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El micro por siempre

  • EDITORIAL
  • 30 ago 2017
  • 5 Min. de lectura

Por MANUEL ENRIQUE SÁNCHEZ AGUIRRE

Presidente Fecolfutsalón

El microfútbol colombiano no es de palabras; nosotros somos más de hechos. Nuestro deporte está blindado por esos deportistas, dirigentes y cuerpo arbitral que perseveran por no perder su verdadera esencia: el amor por lo que practican, orientan y juzgan, a propósito de algunas informaciones que han circulado en las redes sociales en los últimos días.


Ya no saben qué decir, ni qué excusas inventar para hacernos ver como el peor de los deportes en Colombia. Yo les pregunto: ¿si somos el deporte colectivo con mayores resultados en la historia de nuestro país, es de pura casualidad? ¿Será que mantener vigentes, de manera quijotesca, proyectos que han ayudado a que los jugadores en ambas ramas hayan obtenido de su pasión una recompensa económica y hayan hecho de su deporte un estilo de vida, es algo que llegó por osmosis?


Es que hoy quiero irrumpir categóricamente, no en una actitud contestaria y revanchista, sino porque siento que es el momento de desmantelar esa estrategia de desinformar que es propia de una dirigencia acostumbrada a ofrecer dádivas que en la mayoría de situaciones sólo son falsas ilusiones; de esos intereses maquiavélicos que manejan, empeñados en hacernos desaparecer para quedarse con 51 años de esfuerzos, sacrificios e historial.


No les ha importado cercarnos económicamente para debilitarnos y de manera desesperada seguir confundiendo a los lectores, aficionados y algún sector de la prensa, con afirmaciones malintencionadas, mentirosas y fabricadas, con el firme propósito de opacar sus pobres resultados, sus fracasos y sus frustraciones.


Días atrás quisieron hacernos ver como un deporte en decadencia. Como un deporte sumido en la más profunda crisis que abonaría el terreno para que nuestras jugadoras no tengan otra opción que enrolarse en las filas de otros torneos.


No puedo esconder que el microfútbol no es ajeno al presente que vive el país en general; que como no sucedía hace mucho tiempo, sólo tiene al Estado como su único patrocinador y todos sabemos que no hay plata para tanto. Que nuestras Ligas sufren también por la falta del respaldo de la empresa privada y el poco presupuesto de los institutos departamentales de deporte.


Que los mismos resultados en muchos casos, son el reflejo del precario presupuesto que las mismas rectoras locales tienen que administrar para seguir alimentando los sueños de nuestros jugadores en ambas ramas. Como cualquier deporte, algunos pocos tienen los medios para soñar en salir campeón; pero a la mayoría, apenas les da para comenzar procesos y preparar sus selecciones para eventos venideros como Juegos Nacionales. Pero eso no les quita su esencia tampoco, pues como parte del proceso del ciclo olímpico, esas metas son válidas y hacen parte de su razón de ser.


Pero ya decir que estamos a punto de desaparecer; que no cancelamos los premios; que debemos el cielo y la tierra; que ya nuestros jugadores no quieren representar a nuestro país porque no hay incentivos económicos, lo único que están haciendo es desconocer la historia real y presente del microfútbol colombiano. Esos son argumentos que identifican de una vez el perfil de un impostor.


Es que no saben qué decir…dizque la División Nacional les cobra a los equipos, tanto en damas como en varones, $10 millones de inscripción sin ningún tipo de premiación… ¿cómo les parece? Ojalá hubiéramos tenido esos $400 millones para atender nuestra organización. Muy seguramente, nos habían servido para aliviar la carga económica para pagar los gastos de juzgamiento, de administración y para cancelar lo que nos cuesta visibilizar nuestro deporte a través de Señal Colombia, emitiendo hoy por hoy dos partidos semanales.


Habría que recordarles a esos, que en nuestros eventos no se cobran inscripciones como sí lo hacen en la mayoría de torneos de este nivel; que los equipos no tienen que sufragar los gastos de juzgamiento como les toca pagar a sus participantes en este tipo de certámenes.


Debo aquí advertir también, que si bien en el caso de las damas, en esta oportunidad tuvimos que replantear lo que les entregábamos en el pasado a todos los participantes más la premiación para los dos finalistas, pudo más y todos estuvieron de acuerdo, el salir con un campeonato que ellas mismas reclamaron. Lo mismo sucedió con los varones: el solo hecho de velar por sus condiciones en los equipos, exigiéndoles el cumplimiento de sus honorarios, también ha hecho parte de nuestra gestión…ellos mismos lo reconocen y siguen con nosotros.


Desde la primera temporada, hasta la octava edición, que es la que jugamos en la actualidad, la División no ha desfallecido y siempre saca adelante el proyecto como único patrocinador, pues hay un deber que nos exigen cumplir las mismas jugadoras: quieren su torneo, pues reconocen que es la oportunidad que tienen para ser convocadas a la selección Colombia que ostenta su condición de actual campeona mundial.


Dicen ellos que hay un descontento general y no creo que ese sentimiento les haya corrido por las venas a las que integraron el equipo que se proclamó campeón suramericano, en Tunja, hace apenas unas semanas.


Habrá que preguntarse, que, si es tanta maravilla la copia de nuestro deporte, ¿cómo se explica que sigan sin historia?


Habría que preguntarles, cuántas veces han salido campeón o campeonas de algo.

En el Mundial de Fútbol de Sala que se realizó en Colombia, que siempre será uno de los peores proyectos deportivos celebrados en nuestro país, cuando se gastaron más de $50.000 millones, terminaron eliminados en octavos de final: puesto 16 para ser más exactos. Nosotros en cambio, en 2011, defendimos nuestra casa y alzamos la copa, algo que a ellos se les ha negado, peor aún, ni siquiera han estado cerca.


Cuanto campeonato organizan en el país, la responsabilidad les queda grande.


Por eso, el microfútbol colombiano son más hechos que palabras, y así continúen en su intención de hacernos ver que estamos agonizando, lo cierto es que los resultados estarán por encima de cualquier intención: somos tricampeones mundiales en mayores varones (Bolivia 2000, Colombia 2011, Biolorussia 2015); campeones mundiales mayores femenino (Barrancabermeja 2013); campeones mundiales C-17 (Encarnación-Paraguay 2016); terceros en el Mundial C-20 de Santiago de Chile, más los títulos suramericanos en damas y varones y la medalla de oro en los Juegos Mundiales como deporte de exhibición; los dos títulos de la Copa de Las Américas con los clubes de Barrancabermeja Ciudad Futuro (2014) y Milagroso de Buga (2017), eventos organizados por Colombia a petición de la misma Asociación Mundial de Fútbol de Salón, AMF, credibilidad que sirvió de argumento para que en 2018 organicemos en nuestro país el Mundial C-20.


Aprovecho para agradecer cada esfuerzo personal de los presidentes y representantes legales de los equipos participantes en los torneos de la División Nacional y los titulares de las ligas que se esfuerzan por cumplir el calendario único de nuestro deporte, pues en ellos reconozco lo que nos hace diferentes: dirigentes con una gran fibra y una pasión desbordante.


Si esta es la manera como quieren ganarse el corazón y la confianza de nuestros deportistas, están equivocados y los conmino para que lo sigan haciendo, porque bajo este proceder, del engaño, el desprestigio y la mentira, nos volverán cada vez más inquebrantables. Hoy todo ese corazón que quieren, continúa en nuestras manos.


Es el corazón de cada uno de los millones de practicantes, de los que juegan todos los días en las polideportivas de los barrios, las comunas, los municipios, los departamentos, en fin, de todo un país que sigue latiendo al compás de nuestros errores, pero grandes aciertos.


Hoy más que nunca, quiero decirles que todos los colombianos son conscientes que, lo que en algún momento fue sólo un plagio, hoy es la guarida de ‘Alí Babá y sus 40 ladrones’.


Postdata: me cuesta creer, y de verdad me produce hasta risa, que un deporte de más de medio siglo de existencia se vaya acabar por tener algunas responsabilidades por cumplir, que en muchas circunstancias no depende de nuestro deseo sino de terceros, entiéndase Coldeportes y los propios equipos asociados a la División Nacional; o que algún deportista tome la decisión de practicar otra modalidad.

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